Las palabras tienen una fuerza extraordinaria. Algunas, como la confianza, no necesitan ni tan siquiera ser pronunciadas en voz alta para desplegar todo su poder. Con tan solo pensar en ella, comienza a generar en nosotros sensaciones positivas, incluso a modificar nuestros patrones de conducta.
Recuerdo un viaje a una isla fascinante de Escocia llamada Skye. En los arcenes de las carreteras que discurrían entre abruptos acantilados y ruinas de viejos castillos, sus habitantes instalaban puestos de botes de conservas o huevos. No había nadie atendiendo. Un cartel marcaba los precios de cada cosa junto a una caja llena de billetes y monedas para que depositaras tu dinero y te llevaras el cambio. Ese entregarse a mí por entero, poniéndose en mis manos, esa confianza, me provocó un inmenso sentimiento de bienestar que sacó mi mejor versión.
En las empresas no hay bienestar sin confianza
En la empresa tampoco hay bienestar sin confianza. Y no me refiero solo a saber que el otro va a desempeñar bien su cometido.
Está claro que no podemos ir por la oficina haciendo micro-management, como se conoce al afán por controlar tareas que deberíamos delegar. Si actuamos así es por miedo a lo que pueda ocurrir si no estamos encima, pero lo que conseguimos a cambio es no concentrarnos en nuestros propios cometidos y robar tiempo y energía al colaborador, quien siente que no goza de tu confianza y se viene abajo.
Lo que hoy propongo es dar un paso más. Hemos de abrirnos a la confianza en su versión más profunda: creer firmemente en nosotros mismos y en aquellos que forman parte de nuestros equipos, en horizontal y en vertical; creer no solo por lo que hemos mostrado hasta la fecha, sino también por nuestras posibilidades. Esta es la forma de no caer en la inacción o ampararnos en posiciones de falsa comodidad que cercenan nuestras posibilidades de progresar.
¿Cómo podemos aumentar la confianza en las personas de nuestro entorno?
En primer lugar, mirándonos a nosotros mismos y a los demás con atención plena, liberándonos del ruido exterior, de los prejuicios y sesgos cognitivos que nos llevan a creer que tanto nosotros como los demás somos de una forma determinada cuando apenas nos conocemos. A cuántas personas les han dicho de pequeños que no son creativos (por el mero hecho de que no tocaban el piano o no dibujaban bien) y han acabado creyendo que no tienen esa otra creatividad tan importante en la empresa que todos traemos de serie.
Mirar en nuestro interior (o a los demás) con atención plena implica conocernos mejor. Del autoconocimiento pasamos a la aceptación. No necesariamente tiene que gustarnos todo lo que hemos descubierto, pero lo incluimos en nuestra vida, sin rechazo, porque las cosas son como son. De ahí pasamos al abrazo, no solo aceptando todo lo que somos, sino incluso celebrando que, al igual que tenemos grietas, también tenemos algunas virtudes que podemos explotar. Cuando hemos integrado esa totalidad en nuestra vida, las grietas dejan de anularnos y empezamos a confiar en las virtudes. Eso es confianza: conocernos, aceptarnos, abrazarnos y sacarnos el máximo partido, creando nuestro propio futuro a partir de lo que somos ahora.
Y, una vez que hemos llevado a cabo esa labor de autoconocimiento, solo queda dar el primer paso y empezar a mostrar confianza por los demás con actos concretos.
Debido al efecto Pigmalión, llamado así por un antiguo mito griego, cuando alguien confía en nosotros, nos contagia esa confianza, dando el pistoletazo de salida a un proceso de crecimiento e impulso de nuestras capacidades que comienza en nuestro sistema límbico y nos conduce a unos niveles más intensos de atención, lucidez, deducción… incluso de energía. Esto es, la confianza en uno mismo, aunque sea contagiada por un tercero, nos da alas porque nos vuelve más capaces.
Impulsa planes de bienestar corporativo para mejorar la confianza
Está claro que no podemos luchar contra nuestra naturaleza, pero sí podemos impulsar en nuestras empresas planes de felicidad y bienestar corporativo que, entre otros muchos beneficios, crearán el entorno adecuado para que brote la confianza profunda y hacer que demos nuestra mejor versión a pesar de nuestras limitaciones.
No esperes a tener confianza para actuar, actúa para tener confianza, en ti mismo y en los demás.
Para terminar, podría decirte: «Ten fe en ti y en tus compañeros». Pero dado que la fe —como escribió un viejo filósofo— es una certeza sin pruebas, y hoy sabemos bien que en este mundo salvaje y maravilloso en el que vivimos no existe ninguna certeza, mejor te digo: «Ten confianza en ti y en tus compañeros». Esto, además de impulsar los resultados de la empresa, dará lugar a una espiral de bienestar que los multiplicará aún más y nos hará estar a la altura de esta nueva revolución en la que hemos de poner a la persona en el centro.
Escritor, conferenciante y director del Programa Executive Chief Happiness Officer de UNIR sobre bienestar corporativo.