Comienza la jornada, Juan, Yolanda, Luisa y Federico están a punto de iniciar sus desempeños laborales, trabajan en empresas diferentes, no se conocen y aunque ellos no lo saben, tienen una cosa en común.
A todos ellos les invade una molesta sensación, silenciosa, agazapada, a veces latente, tal vez ni siquiera ellos mismos sepan ponerle nombre, pero desde aquí les vamos a echar una mano para que sepan encontrar una explicación a algo que influye en sus desempeños mucho más de lo que parece, estamos hablando de:
Juan
Trabaja para una panificadora industrial y comienza a cargar su furgoneta de productos, a las 6:30h. cuando apenas asoman las primeras claridades en el horizonte en época estival y todavía es noche cerrada en invierno
A las 07:45h. sale de las instalaciones de la empresa con su furgoneta cargada con un sinfín de referencias, momento en el que se cruza con una gran cantidad de compañeros de trabajo, ya que a las 8.00h. la mayoría de ellos entran a la fábrica, para él son casi desconocidos, aparte de prestar servicios para una misma firma, no les unía prácticamente nada más, ya que apenas tenían trato.
A veces imagina como sería una jornada en la fábrica, que ambiente habrá y que cosas se comentan en el día a día de la jornada laboral.
Qué paradoja, en los establecimientos donde repartía los productos, él era la imagen de la empresa y, sin embargo, que poquito conocía lo que se “cocía” en ella.
Yolanda
Desempeña labores comerciales para una importante firma de terminales de telefonía. Su actividad consiste en visitar puntos de venta de diversas compañías del ramo para recomendar que ofrezcan a sus clientes su marca, comunicando diferentes ofertas y ventajas de las que se beneficiarían al hacerlo.
La competencia en el sector al que se dedica es enorme y las políticas de venta muy agresivas. A pesar de que, en su empresa, entre el departamento técnico, el de Marketing y el de postventa, son más de trescientas personas, ella se siente, cada vez que sale con su vehículo a visitar, como un barco navegando en solitario por un enorme océano.
Entre las gestiones comerciales y el largo tiempo que permanece al volante se pasa toda la jornada “por libre” sin sentir un vínculo sólido con su organización.
En ciertas ocasiones, Yolanda llama a su empresa para consultar objeciones y dudas que le plantean los clientes y al compañero/a que le coge el teléfono, tan solo los identifica por la voz, sin haber tenido ocasión de conocerlos personalmente y “ponerles cara”.
Esto ocurre porque son muy pocas las ocasiones que Yolanda visita el departamento de logística de su empresa, cuando se desplaza a ella, lo hace siempre para asistir directamente a reuniones con su jefe y compañeros comerciales.
Luisa
Es freelance y aunque en ocasiones desarrolla más de un proyecto simultáneamente, actualmente está centrada en colaborar casi la totalidad de su tiempo con una sola organización, ya que se siente muy identificada con uno de los productos que se están desarrollando en ella y además le ve un prometedor y rentable recorrido siempre y cuando las cosas se hagan con perseverancia e ilusión.
Desde su casa se vuelca en investigar y sopesar opciones que puedan contribuir al crecimiento de la empresa por la que ha apostado. Su cabeza es una olla exprés de ideas, de creatividad, de pensamientos divergentes.
Sin embargo, echa de menos algo que cree primordial en estos tiempos, el trabajo en equipo, cooperando, animándose unos a otros e intercambiando de forma habitual ideas que sumen y generen complicidad entre las personas encargadas de llevar el proyecto a lo más alto.
A veces pasa toda una semana y no se entabla ni un solo contacto ni telefónico ni por correo con la organización con la que colabora, siendo la mayoría de las veces, ella quien toma la iniciativa para plantear alguna propuesta y, de paso, tener esa bonita sensación de pertenecer a un equipo, aunque aquellos aislados contactos quedan bastante lejos de cualquier definición de equipo de alto rendimiento, que era lo que ella consideraba que tocaba en estos tiempos de máxima competitividad.
Se desplaza cada día a un polígono industrial ocupado casi en su totalidad por la fabrica de vehículos para la que trabaja y las industrias anexas que fabrican piezas para la misma, evitando así gastos logísticos.
Su trabajo es por turnos y desde su entrada, su desempeño lo realiza en un espacio minúsculo que consiste en el taburete ubicado frente a la cadena de montaje y el pequeño stock de neumáticos y tornillos que tiene a su derecha.
Los breves descansos de los que dispone, se los pasa en una pequeña sala junto a media docena de compañeros de otra sección de la cadena, tomando un bocado, un refresco o un café de la máquina expendedora que tienen y ojeando el WhatsApp o Twitter, para ver que está ocurriendo de puertas para fuera durante la jornada. Era chocante que en una multinacional de más de doce mil empleados, su círculo de conocidos en el trabajo se redujera a apenas dos docenas de personas.
Recientemente, se había producido la anécdota de coincidir en la mesa de un banquete de bodas con una persona que trabajaba como él, más de quince años en su misma fábrica y no se habían visto nunca, cosa hasta cierto punto lógica en una organización que tiene más trabajadores que el número de habitantes de algunos de los pueblos de España, más aún cuando su monótona actividad no era muy dada que digamos, a tener la posibilidad de interaccionar con otros departamentos de su empresa.
Son cuatro historias de vida laboral, individuales y con actividades, como hemos podido comprobar, diferentes, lo que, sí que comparten, todas ellas, es un pesaroso sentimiento, el de no estar identificadas y “enganchadas” a los valores de su empresa, seguramente producido por la carencia de acciones e iniciativas que lo eviten por parte de las organizaciones para las que trabajan.
Cuatro historias sobre el síndrome de la soledad laboral y cómo herramientas de comunicación interna, pueden cambiar esa situación. Clic para tuitear
Parece que el destino quiere que Juan, Yolanda, Luisa y Federico, sigan teniendo algunas cosas en común y en este caso es, que las empresas de las que forman parte, recibieron la visita del equipo de Happÿdonia.
Happÿdonia es la aplicación que ayuda a que desaparezca ese sentimiento de falta de compromiso con la empresa, de cohesión de equipos y de orgullo de pertenencia a la empresa.
Afortunadamente, los dirigentes de sus organizaciones tuvieron la mente abierta a nuevas formas de generar motivación y buen ambiente laboral, viendo en Happÿdonia una oportunidad.
Happÿdonia sería la herramienta que ayudaría a solucionar esa “desconexión” por parte de algunos de sus integrantes y colaboradores de la empresa, que se sienten alejados del sentimiento de marca, a veces por distancia real, como puede ser formar parte de diferentes sucursales o delegaciones de otras ciudades y a veces por otros motivos psicológicos, ya que su puesto de trabajo está a escasos metros del despacho de dirección o del responsable de su departamento.
Los líderes de sus organizaciones vieron de forma clara que ese perjudicial sentimiento de no sentirse parte del engranaje de la empresa se podía solucionar en gran medida, facilitando a los trabajadores incluso si así se decide, a otras stakeholders de la organización, una oportunidad inmediata de sentirse útiles e importantes, de estar sincronizados cada día, no solo técnicamente sino también emocionalmente.
Además, observaron que abrían un camino diáfano a su gente para que pudieran estar al tanto de los retos a conseguir, participar en las alegrías de los objetivos cumplidos, aportar ideas que contribuyeran a solventar dificultades, conocer aficiones comunes de otros miembros de la empresa y opinar sobre diversos temas.
Y, por último vieron que podían hacer desaparecer incómodos muros relacionales entre distintos departamentos y que dispondrían de información muy constructiva vía encuestas, opiniones, ideas y propuestas.
En resumen, tenían una gran, a la vez que sencilla, oportunidad de poder tomarle el pulso siempre que así lo quisieran, al corazón de la organización, al activo más valioso con el que cuentan, que son las personas que trabajan en ella.
En estos momentos, Juan termina de subir a su casa tras una pesada jornada, ya que la lluvia le había dificultado el reparto que realizaba cada día.
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Tras ponerse ropa cómoda, se ha sentado en su sofá y está echando un vistazo, desde Happÿdonia la App que instaló en su Smartphone, a lo que ha pasado hoy en su empresa, un vídeo de un par de compañeras saltando sobre un charco a la entrada de las instalaciones, le ha hecho aflorar una gran sonrisa.
Yolanda, una vez ha dado de cenar a su peque ha leído en esa App tan chula que ha contratado su empresa, que los compañeros del departamento logístico habían organizado una “quedada” para ver un concierto de “The Waterboys”.
Es un grupo que le encanta así que decidió apuntarse y poner cara a algunas voces de la empresa con las que lleva hablando por teléfono o vía correo durante mucho tiempo y aún no ha tenido ocasión de conocer personalmente.
Luisa está muy contenta porque le acaba de sonar un aviso en su móvil que proviene de la aplicación Happÿdonia.
¡El departamento de personas y gestión del talento le ha invitado a asistir a una formación junto a otros miembros de la empresa! En ese momento tenía la sensación de que las diferentes relaciones contractuales o de colaboración con la empresa no eran impedimento para sentirse como una más del equipo.
Por su parte, Federico, en la actualidad se está apuntando por medio de Happÿdonia a una excursión ciclista programada para el domingo y que se ha convocado mediante un grupo personal llamado “Compis del pedaleo”.
Gracias a esto, Federico ha podido comprobar que en su fábrica hay varias docenas de personas que comparten el amor por el ciclismo tanto como él y esto le aportaba una agradable sensación de felicidad.
Sin duda, algo ha cambiado en la mente y en los corazones de nuestros cuatro amigos.
Ahora se sienten como parte muy importante de sus respectivas organizaciones, en las cuales piensan continuar, si de ellos depende, durante muchos años.
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