Cada vez que nos disponemos a iniciar la jornada laboral, bien sea acudiendo a las instalaciones del centro de trabajo o realizándola desde otros lugares, por las necesidades y particularidades del puesto, nuestro “interruptor interior”, ese que se activa continuamente dentro de nuestro cerebro, cambia de registro, siendo demasiadas las ocasiones en que se pone en “modo tenso”.
La predisposición es reaccionar a la defensiva durante el día, con abundantes dosis no precisamente de respeto, que siempre es bienvenido en cualquier faceta de la vida, sino de cierto estado de alerta al que no tengo reparo en llamarle miedo.
Ya sabéis mi afición a tirar mano del diccionario de la Real Academia de la Lengua para consultar las palabras clave que utilizo en mis artículos y esto es lo que dice de la palabra miedo:
“Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”.
En el trabajo, una parte importante del tiempo lo dedicamos a relacionarnos con las personas que forman, junto a nosotros, la organización, más aún en la época actual con tendencia a pocas individualidades y mucho trabajo en equipo.
La complejidad del ser humano hace que la interpretación del entorno determine de inmediato el comportamiento e influya, entre otras cosas, en el rendimiento de manera directa.
El miedo es una emoción que aparece cuando tenemos sensación de peligro. Existen, lógicamente, grados de miedo, por una parte tenemos el que se puede sentir ante lo que detectamos como una agresión física inminente contra nosotros.
El reto de una empresa es conseguir que los múltiples perfiles psicológicos de las personas que forman una organización trabajen coordinados, sintiéndose reconocidos y valorados, dispuestos a dar lo mejor de si mismos para conseguir que la organización funcione de manera satisfactoria.
Y, por otra parte, presenciamos el miedo que puede aparecer en el momento que nos comunican una mala noticia que afecta a nuestra salud o a nuestra estabilidad económica o el que podemos tener en el trabajo ante los comentarios, comportamientos y decisiones que ocurren a nuestro alrededor.
El reto de una empresa es conseguir que las personas que forman una organización trabajen coordinadas, sintiéndose reconocidas y valoradas. #reconocimiento #climalaboral #empresas #empleados #RRHH Clic para tuitear
Es en el entorno laboral donde tendemos a desarrollar actitudes para conseguir que ese miedo no se note, a pesar de que un ambiente donde continuamente nos sintamos intimidados y coarte nuestra personalidad, es muy tóxico no solo para el buen funcionamiento de la empresa sino también para nuestra estabilidad física y emocional.
A todo esto, hay que añadir que una misma frase, el tono de voz con el que se dice, las miradas, los gestos y muchos matices más que rodean el enrevesado mundo de la comunicación, sobre todo si no está trabajada adecuadamente, son interpretados de manera muy diferente por los integrantes de la empresa, debido al temperamento que tenga cada una de las personas con las que se interacciona.
Vivirán de manera muy diferente lo que ocurre durante la jornada laboral, una persona con altos rasgos de energía e ímpetu, otra que se desenvuelva con meticulosa racionalidad, alguien de gran afabilidad y don de gentes o quien viva las cosas con altos grados de sensibilidad.
Conocer a fondo las inquietudes y sueños de las personas que integran nuestra empresa, facilita el poder crear una filosofía de compromiso. #climalaboral #felicidadlaboral #RRHH Clic para tuitear
Todo un reto el conseguir que los múltiples perfiles psicológicos de las personas que forman una organización trabajen coordinados, sintiéndose reconocidos y valorados, estando así dispuestos a dar lo mejor de si mismos para conseguir que la organización funcione de manera satisfactoria.
Es habitual, porque es una práctica que se utiliza desde hace muchas décadas, fomentar un espíritu competitivo entre los diversos departamentos de la empresa e incluso entre las personas que integran un mismo departamento, sin darse cuenta de que uno de los hábitos que están conduciendo hacia el éxito a las organizaciones actuales es el espíritu cooperativo entre los equipos que las forman.
No estoy demonizando la palabra “competitividad” ya que es necesaria para avanzar pero creo que hay que seguir unas reglas éticas para llevarla a cabo, pues para obtener mediante ella buenos resultados hay que aplicarla con uno mismo, fortaleciendo así el espíritu de superación y también con la competencia para destacar por encima de ella en el mercado.
A continuación menciono cinco importantes motivos por los que el miedo agarrota los mecanismos comportamentales de las personas de una organización empresarial, influyendo en su rendimiento. Algunos de ellos debidos al mal uso del factor competitividad dentro de la misma:
Falta de preparación para el puesto ocupado, algo que produce un miedo crónico a que algún compañero nos lo quite o incluso sea la misma empresa contratando a alguien, quien decida sustituirnos. Este hecho es una continua fuente de conflictos, discusiones y bajos rendimientos.
Falta de preparación para el puesto ocupado, algo que produce un miedo crónico a que algún compañero nos lo quite o incluso sea la misma empresa contratando a alguien, quien decida sustituirnos. Este hecho es una continua fuente de conflictos, discusiones y bajos rendimientos.
Ausencia de dinamismo y naturalidad en la comunicación tanto “de arriba abajo” como “entre iguales”, en parte por lo mencionado en el punto anterior y en parte por la arraigada creencia de que al trabajo se va a rendir y no a dedicar demasiado tiempo a la conversación, que erróneamente suele ser considerada como una interferencia importante en el buen desarrollo de los desempeños. Deficiente atención para conocer y equilibrar la diversidad emocional de los trabajadores, algo que ayudaría a crear equipos de trabajos compensados y sólidos. Desafortunadamente, tanto el tiempo como la inversión económica dedicada a medios y formación para aprender a gestionar las emociones en las organizaciones es prácticamente inexistente.
Centrarse únicamente en auditar, mediante evaluaciones de desempeño, las tareas llevadas a cabo en el puesto de trabajo sin dedicar tiempo ni utilizar recursos que puedan detectar otros posibles talentos de cada trabajador, más allá de la labor encomendada. Estos descubrimientos pueden dotar a la empresa de un plus importante en sus propósitos y a su vez de una optimización de gastos, ya que promocionar a trabajadores de la propia empresa en nuevos desempeños, suele ser menos costoso.
No prestar atención a la experiencia del empleado a lo largo de su periodo de permanencia en ella. Es primordial conocer sus opiniones, su punto de vista, que cosas mejoraría, como se siente, que ideas se le ocurren, que aficiones y proyectos tiene.
Finalizo remarcando la necesidad de conocer a fondo las inquietudes y sueños de las personas que integran la empresa, ya que facilita el poder crear una filosofía de compromiso, da pie a que se conviertan en nuestras embajadoras de puertas para afuera e incluso si se da la circunstancia de que se van de la misma, hablen bien de ella, puesto que durante su permanencia se han sentido satisfechas y han estado felices.
Eso en los tiempos actuales no tiene precio, en lo que a imagen de marca se refiere.